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Orihuela, Alicante, Spain

5.2.20

Lejanías




Joaquín Marín
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Otro día







...el cielo oscuro abría hacia lo lejos, más allá de los tejados y los alcores, buscando la mar... el aire se deshacía en calma, aunque temblaban de soledad las ramas desnudas de los árboles, brotando del crepúsculo con los brazos alzados, estériles... la tarde hundió entonces la frente sobre el polvo, al sentir la pereza de la muerte...






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Por el viejo cauce








...¿qué tal, cómo te va, Charli?... nen, que a ver si te acercas a Valencia, y charlamos... tenemos pendiente lo de quedar un día y patear juntos con los perros por el viejo cauce, ¿no?... mil veces lo hablamos y nunca lo hicimos... no sé ya si lo haremos, me entristece, aunque lo entienda... en fin, lo que tú veas... yo estoy ahora precisamente por La Lonja, con Fakir y Rita... Rita está malucha, no come apenas y se cansa enseguida, está mayor... ¿y Drac está bien?, supongo que ya grandote, ¿no?... bueno, no te doy la brasa, no quiero molestarte... cuídate...





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Ficción





...no pude seguirte, no... me calaste hasta la raíz de eternidad, sin sal de dolor ni zumo de ceniza... me alumbró tu luz manchega, y me cegó la piedra preciosa de tu boca, sin residuo alguno de sombra ni miedo... pero no pude seguirte... tu mar se hizo niebla y en él fui náufrago, carne de silencio, muda... no pude seguirte... la eternidad fue tan solo un amargo suspiro... dolor de ti, Dolores...

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19.1.19

Tierra de nadie







Joaquín Marín
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Fichas de dominó




...y mientras tanto sale el sol de nuevo —quiero decir, en realidad, que se recupera Matilde, la dona— él sale a la calle a pòr su pan y a por su vino, por decirlo así... están mojadas las calles en el laberinto de Ciutat Vella, y hace frío... Batiste vuelve a casa en silencio, y en silencio habla consigo mismo... <<al olvido le dejaré mi camiseta del Levante y mis botas de patear el monte... mi corazón de carpintero a los bosques, que ojalá tengan agua para que sus hojas naveguen y corten el viento como velas dichosas... y a mi calle, esta calle mía, mis pisadas, todo lo que he sufrido, todo lo que he temido, lo que he aguantado, lo que he invertido... y más... no te vayas tú antes, nena, no te vayas... cómo sobrevivir sin tus manos celestes, sin la sal de tus palabras, sin tu perfil, sin el olor de tu piel, que yo digo que es fragancia de fruticas para que te rías y me llames cursi...>> y mientras tanto sale el sol de nuevo, los socios echando la partida en cal Pepín... a Anselmo le dejará su estuche de fichas de dominó... seguro...




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Le métèque






...creo que no lo ha perdido todo, tal vez conserve la cicatriz de un viejo amor; un beso en algún pliegue perdido, alguna superficie rozada alguna vez por otra piel... alguna herida que parpadea discretamente...


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Hugo y Suzanne








...me detuve al llegar a su altura, para mi sorpresa estaban cantando California dreamin, la emblemática canción de The Mamas and the papas en aquellos lejanísimos tiempos de jipis, maría, flowers in your hair... y amor libre... "haz el amor y no la guerra"... unas palabricas, unas monedas, unas fotos, unas sonrisas y... la sensación de haberme transportado a aquellos tiempos del Paleolítico... Woodstock, la isla de Wight, Scot Mckenzie, Kenny Rogers, Janes Joplin... me fui hacia el bareto del Batiste silbando San Francisco por lo bajini... me crucé con unas monjas por el camino, y media docenica de japoneses... me chuté dos birras de categoría, y unos tramusos, che...




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Una bala en la boca






...ese bosque humano que somos, árboles bípedos que transitan por las aceras un viernes por la mañana, por ejemplo, por las calles de Valencia, por ejemplo... y entre las pisadas sobre los adoquines las de un sauce llorón, que se aproximan inexorablemente al mismo lugar de costumbre, donde sabe que tú —el arbusto de sus delirios— te encuentras siempre... hueles de una manera diferente, y él ya te ha aprehendido... de un salvaje rosal púrpura es tu olor... y llega, se te acerca y tú no lo miras, tus pétalos, tu tallo, tus espinas le hacen la cobra... tu aroma imposible es una bala en su boca... y él prosigue su camino... ya sabe a qué huele la vida... también la muerte... y huye...





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Hojarasca










...supongo que me hice niño y te busqué... transité en soledad por aquel hermoso camino flanqueado de árboles densos, junto a un río que parecía vigilarme mientras caminaba a mi lado, lento como un paquidermo... y es verdad, niña, que te busqué en la tierra aplastada, en la hojarasca, en el agua... busqué tu luz de primavera, tu varita mágica de hada madrina, tus panes y tus peces con los que poder multiplicar mi alegría... te busqué, te busqué... y cuando te hallé, no estabas sola... entonces volví —rápido— a hacerme viejo, a arrancarme las flores del alma y hacer con ellas elegías... hoy he vuelto a Las Fuentes, a echar mis versos al río... se los ha llevado la corriente...





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Últimas tardes con Penélope







...ella se despojó de sí misma, dejó resbalar sus largas medias, largas como ríos, largas como el cansancio, la soledad o el hambre... dejó que se nublaran sus sueños de deseo; deseó no ser de nadie, tan sólo un cuerpo anónimo, un corazón sin abismos, sin sístoles ni diástoles... y vivir en la orilla de la nada, lejos del lugar y el tiempo de los besos...




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Herida la piel






...otra vez mis manos en tierra de nadie, mis besos en labios de nadie, mis sueños en esas nieves que siempre vuelven, regresan y te enfrían el alma... habrá que quitar las semillas que duermen en el alféizar, para que pueda reinar plenamente el vacío... y guardar las granadas de la piel, desactivadas, y sin sentido...





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Serenas tempestades







...dejó el libro abierto, la casa cerrada, y salió a la calle... buscó el descanso como quien busca agua fresca en las arrugas de los desiertos... como la boca a un beso nunca dado... y se le murió lentamente la mañana, en el espacio, en el tiempo, en el libro abierto...




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Quimeras





...de aquel tiempo que vivisteis, Silvana, sabes que os quedan ya muy pocas cosas... retales... no sé, la escarcha crujiendo, ensueños sin palabras, aquella libertad soñolienta, un fuego que se convirtió en blanca humareda, quimeras, trocitos de tierna belleza, unas manos sin brazos, unas bocas sin besos... y silencio...



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Oh, palmera






...de la sierra desciende mi memoria... te voy buscando... y temo que ya sólo seas un simple sueño...





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La luz agoniza desde el amanecer



  • Me dejé retratar por el hombre del espejo. No me importó que me encontrara allí, de aquella guisa, tocando fondo en las patagonias de tu papelera de reciclaje. No me importó, no. Hay confianza. Y hasta posé tal cual, con mi condición recién adquirida de kleenex usado y tirado, de rotundo cero a la izquierda, tan ninguneado siempre. Y hasta le pregunté si sabía quién dicta los castigos para los lances amorosos, quién los pasa a cuchillo o a fuego… Le pregunté qué es mejor, ser esqueleto de serpiente o de pez payaso; qué es preferible, morir como abeja, como paloma torcaz o como nardo; soplar por los ventisqueros o temblar de miedo en los estanques donde braman los sapos cancioneros en celo; ser ojo, mano, calavera, tripa…


  • No me la das con queso, me respondió al fin, levantando el dedo del obturador de su mirada. No. No te disfraces de ciudad aniquilada, dijo; no inventes metáforas, porque no eres un anillo dorado muerto en el dedo anular de las desdichas; no juegues a ser raíz retorciéndose de sed en la oscuridad, ni a ser un herido más en la zarza del amor… No seas pose, no seas teatro… Sé muy bien que sabes adelgazarte como un delirio de violín, pero también sabes enterrar en el páramo huesos de la alegría, que prenden y repueblan la soledad de tambores y truenos inusitados, para erizarla con renovadas enredaderas tejidas con tus propias manos… No digas que no tienes sangre —además de la que rezuman tus heridas— porque con hojas muertas de tu jardín y un poco de agua sabes amasar besos que alegran hasta el dolor, que duelen hasta la alegría. Y labios y dientes que devoran como lo hacen las águilas hambrientas...

  • Tú no eres un kleenex, eres un fruto prohibido, un dios desamparado, varado en el lodazal de un amor hostil, preso con cadenas en tu propio edén, flor canívora que se alimenta de sí misma, girasol sin soles que te orienten, deshecha sábana de una cama salvaje…


  • Eso me dijo el hombre del espejo. Y comprendí que no todo estaba perdido. Tal vez.

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Tu calle




...me confiesas que cuando seas mayor del todo ya no querrás asomarte nunca a los libros, que te están dejando ciega; ni a los cielos, cruzados por unos pájaros cuyo destino desconoces; ni a los ríos, esas venas que se desangran en los mares, que es su morir... y añades que no quieres morder el polvo de ningún camino —ni el de los que llevan a Roma—, masticar veredas, anudar con tus pies vericuetos sin ningún porqué... que sólo querrás sentarte aquí arriba, en el mirador donde se eternizaba tu madre con sus agujas antes, y donde ahora tras los cristales te coses tú día a día a la calle, tu calle de siempre, de toda la vida... y, convertida en niña renacida, en pájaro de inocencia, empezarás todo de nuevo... irás, con tus trenzas de oro, al cole de la mano de la tata Salvadora... entrarás en la mercería de la tita Vicenta, volverás a casa antes de que den las diez acompañada por Tomás primero, luego por Joserra, y finalmente... en fin, tú ya sabes...

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La chica de la esquina





...seguía allí, como un reptil inmóvil, en la vida de nadie, con su cara de niebla ocultando algún pesar, con sus ojos de zumo de ceniza y su corazón de otoño, entre el calor de la brasa y el frío de los adioses... seguía allí, como si no existiera, como el origen gris de un último fracaso, principio de su nebulosa existencia, causa primera de ese vivir suyo 

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Portrait





...me detengo, me fijo en el lento contacto de su mano, que acaricia tu rostro rehusando el hueso y endulzando tu piel, haciéndola lúcida, viva... una porosa mano que gime suavísimamente, delicada y silente, que penetra despacio en ti, en secreto, que llega hasta tus venas, te sitia, te roba el alma, puebla tu carne... Clic


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18.8.18

El clamor de las mañanas



Joaquín Marín

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Clamor




...vas caminando por una calle estrecha, y vas saboreando aún ese beso reciente en tus labios, esa dulce espina de su boca, esas manos que repasan tu crujiente cabellera, esa espada de luz que abre en canal tu nuca y te traspasa, y te lleva más allá de todos los límites... caminando vas sobre el clamor de tus entrañas...




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Y te engañas







...a veces sueñas con tu ciudad, y eres entonces aquel jovenzuelo de las mañanas de domingo, aquel que, vagando dentro de sí mismo, llenaba su corazón de azahares negros y alas rotas; el que enmudecía cerca de la mar serena cuando en la boca ya no le quedaban palabras, sólo arena... el jovencillo que miraba los relojes presos en los campanarios y se compadecía de sus agujas sin futuro... sueñas... y te engañas...




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Nadie







...huyó una mariposa de tu cuerpo deshabitado, de quien ya no eras... huyó como una pavesa, ceniza, luz muerta... tu barrio estaba dormido, vacías sus calles, echadas las persianas... ni rastro de los hombres y mujeres... huyó una mariposa de tu cuerpo deshabitado... dobló la calle, la última esquina... nada... nadie...




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Todo está en las fuentes









...todo está en las fuentes, dices... el devenir, la vorágine, la carne del mármol, la nieve y el fuego, los laureles, el sol tibio, una alondra en llamas, el duende, el pestillo, los fuegos fatuos, una viuda alegre, el arpa en el zaguán, la nana de la cebolla, Venecia, Socuéllamos, una cortina roja, tu mirada, mi pecho, una casa sin rostro, una calavera sin casa, el barro y la libertad, el barco a pique, una tarde de domingo, dos trenzas rubias, un balandro lleno de besos heridos, Remeditos y el Juanele, un lecho despoblado... tú mira, mira... dices...




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A la altura de tus ojos









...y me enseñaste a leer tu calle, las aguas caminantes, la osamenta de las aceras, a sentir sobre la piel la voz de los transeúntes; tu calle, hecha goloso manjar para la luz, elevada siempre a la altura de tus ojos y tus sueños... ¿sabes?, hoy me imagino que tú la recorres de madrugada, cuando está vacía y dormida, la apresas y la encierras en tu esqueleto, esa definitiva prisión...




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Anhelando el alba









...es cuando la tarde se vuelve íntima, antes de que el cristal de la luna, teñido ya de noche y anhelando el alba, hiera la madrugada...


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El rastro






...pero me confiesas que a veces piensas en él, si seguirá en Roma, o se habrá vuelto a Palermo; si estará casado, si tendrá una hija que se llame como tú, o quizás Antonella, o Giovanna... si se abrió paso con la poesía,... si  esto, lo otro, lo de más allá... sigues, tenaz, el rastro de lo caduco, prima, y pasas mucho tiempo en las cárceles de la memoria, en músicas...  fuiste tú quien asestó la puñalada, tú la que huiste llevándote su historia entre tus dedos..



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Mineral y sombra









...aquí —dice mi amigo Julio— se dispara la sierra con poco abismo, como no queriéndose alejar demasiado de la sangre de los naranjales... y los cielos, cuando se cansan de serenidad, juegan a morder la cumbre sin desgarrarla, mezclando mineral y sombra, sin apagar del todo el corazón de los pinares... eso dice... o algo parecido...
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Los sollozos de la nada 





...tenía tu voz algo de mar, una bahía; sabor a canela en rama tus palabras... pero ya no estás aquí; te busco en vano por los espejos rotos del agua, soledad azul turquesa... te busco en las lámparas de cristal del cielo, en ellas te llamo y te vuelvo a llamar, y sólo se encienden los sollozos de la nada... y las olas cautivas, lentas, desalentadas, mueven sus largas batas de cola entre los lirios muertos... tu voz ya no suena...-


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Solo. De saxo.








...tocaba el saxo en un rincón escondido del parque... me dejó sin palabras...

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Puñal






...clavas el puñal sereno de tus ojos en la tierra seca, quieta y prisionera después de la noche larga, los besos ya desvanecidos en la desilusión ámbar de la aurora... clavas el puñal sereno de tus ojos —candiles de honda pena— mientras la brisa se retuerce en las veredas, se enreda en los algarrobos y en el monte pelado... clavas el puñal sereno de tus ojos en el cielo incendiado, vacío de alas y nubes... lo clavas en el corazón del septiembre recién nacido...






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El silencio de las telarañas








...sólo recuerdo que era viernes, y un tipo de negro escribía poemas en el aire con su saxo, del que sacaba rimas desnudas, pozos sombríos, huertos en flor, eriales, pinos que olían a mar, mares que olían a orines, niños errantes, adolescentes con acné, labios enormes y corazones pequeños, oscuras golondrinas —colgando sus nidos en tu balcón, mujer— hombres entre dunas, gemidos de horizonte, sombras frías, puñales sin sed... era viernes, sí... y nosotros bebíamos cerveza en el silencio de las telarañas...


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De silencio bendito






...entras en la oscuridad con pies risueños, y de la humilde noche haces un prodigio de silenciosa calma, de serena belleza, de silencio bendito... lenta caricia de seda... luz que besa... labio que alumbra...

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Tiene plumas y tiene olas





...ya es agosto bastante avanzado, y es domingo, y eres tú —eterno albatros de tierra adentro—... te pones la ropita cómoda que te dejó anoche preparada la Meli, tu hija mayor, la que se preocupa por ti cuando las circunstancias se lo permiten, ay, pobreta , y sales a la calle... te ahoga el piso, tan lleno de vacíos, y te refugias en el parque, aplastando suavemente tu pena bajo las jacarandas derretidas e indiferentes... antes de anclar en el banco de piedra y abrir el libro que llevas siglos de acá para allá intentando llegar al desenlace, has pasado por el tugurio del Batiste para tomar "el perfumat nuestro de cada día" y echar como quien no quiere la cosa una ojeada somera al Marca —Ronaldo debutó ayer con la Juve, pero no mojó— ...hay que estar al día siempre, compare... 


... esta mañana está prácticamente desierto el jardín, una señora lanza a su chihuahua una pelotita fosforescente, y el animal, incansable la atrapa y se la trae césped arriba y abajo, y así una y otra vez... y punto... entonces, cuando vas a abrir el libro sin premura alguna, descubres, posada en la rama de un árbol canijo y cercano, una avecilla... la miras y remiras; como tú, ella parece no tener intención alguna de surcar ni mares, ni cielos, ni estepas... te parece un gorrión, pero no lo aseguras; lamentas ser un negado para los nombres de los pájaros, distingues un periquito de un pavo real y poco más... te acompaña, no huye de ti, no parece añorar ni viñas, ni olivos, ni fronda alguna... ni tiene huellas de lluvia, sonríes, o algo parecido... quizás sólo tenga recuerdos, duelos y quebrantos, como tú... y un libro con plumas y olas que llevarse al pico en los momentos de calma chicha, léase soledades...

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Como pez en fuga



...y cierras los ojos, cansados de esperar inútilmente una luz; y el corazón también, un remanso de metal cargado de sangre ajena; y tú todo, entero... te cierras, ocultando aquella palpitación de cuerpo joven, sepultando en desidia la tierra que tenías prometida a no sabes quién exactamente... y se te nublan todos los sueños del deseo, se te desbordan todos los ríos del cansancio... y ya no escuchas el aire, ni lo respiras; ni el viento, que no corre con las crines desatadas... ni ves el campo recibiendo al nuevo día en tu nombre, con una falsa sonrisa...


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Trampantojo






...recorres a veces aquellas calles de tu ciudad, como esta mañana... recorres el barrio vacío, silencioso, cobijada en ausencias, en lejanas memorias... tú, sola, sin él, sombra dolorida, trampantojo... 

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Unos zapatos vacíos


...se diría que tú no has salido esta mañana de tu alcoba, que es más bien un vago recuerdo quien se ha calzado tus zapatos, quien los arrastra a través de estas cuatro paredes desdentadas, estas tapias descreídas, estos soportales por los que no transitan en agosto los dioses... ni las horas casi... solamente tú, viejo en tu vieja ciudad lacrada por los vientos, los aguaceros y el metal de los campanarios... tú, tu barro dentro de tus zapatos, sintiendo heridas cada vez más viejas, y escribiendo una historia que jamás nadie contará... 

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23.6.17

Soledad mía





Joaquín Marín



...fuiste viejo lobo de mar, un Ulises casi perpetuo abriéndote paso por entre remotas aguas, y, cuando pusiste fin a tu travesía y regresaste a tu playa primigenia, tu Penélope no estaba en la orilla... no era... ni tus ojos ni tus pies se acostumbraron ya nunca más a las tierras firmes, a los raíles, a los neumáticos... ya viviste siempre triste y sin rumbo, encogiéndote en los bares, en bodegas de tierra adentro, desorientándote entre botellas vacías y barriles reventones... empezaste a temer a la luna, te parecía un animal peligroso, con unas fauces dispuestas siempre para la dentellada, ay, esos dientes de la noche... y te redujiste a náufrago sin salvación, escupido por el mar a una playa que sólo era escalofrío... un despojo más para el olvido...


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La visita




...no había nadie en aquel paisaje cuando entré en él, excepto —tal vez— un orangután de piedra, no estoy seguro... me había invitado una nube anaranjada y gordita, y me acerqué... era ya casi otoño, y por el cielo vagaban lentos paquidermos, y algunas babas con alas densas; había sueños encallados en sus meditaciones y desdichas, y en las paredes marcas de navíos naufragados, y muchos vidrios rotos... tormentas, supongo... no sé, me sentí mal de pronto y escapé como un vagabundo intruso, que contempló lo que no debió contemplar... tengo que dejar de ser pirata... o, al menos, dejarme el ron...


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Un pedernal en las encías





...recuerdo un olor a piedra y a lluvia, y sobre todo que tú no estabas allí... era compacto el silencio, y me hablaba el crepúsculo sin palabras, sin boca que da besos, que sonríe, que aúlla y que, aun desdentada, tiene un pedernal en las encías y muerde la tiniebla... y brotan chispas... recuerdo que me habría gustado destapar versos y llenarte de metáforas; descorchar botellas y masticar tu espada en caída libre; registrarte, y encontrar en ti cosas... pero allí sólo olía a piedra y a lluvia... y el verso aquella vez no se hizo carne, ni miel, ni harina... ni habitó entre nosotros...



En defensa propia






...saliste a la calle en defensa propia: confiesas que te mata la soledad... era una mañana guapa, recién lavada, estirada, peinada; y fuiste recogiendo por las aceras pálidas plumas errantes, alas de insectos, ojos de la gente, azules sobre todo y con olor a estrella... leíste una cerveza y tomaste el periódico de un trago —las noticias lloran, pensaste— antes de mirarte en la luna de una tienda de antigüedades, a juego contigo, para ensayar una sonrisa casi imposible... y luego volviste a casa, también en defensa propia, antes de que el día comenzara a arrugarse y a volar como un papel muerto, arrastrado por esas calles en las que orinan los vagabundos y los perros errantes... cerca ya de tu portal, le dijiste hola a un maniquí morenito, de chillona camisa butanera, ojos azules y color de estrella.. de levante... te pones gracioso algunas veces, compare...

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Como esos perros sin collar







...por donde tú anduviste camino yo ahora, casi con tus mismos pies... y, como tú, apenas un escuálido viajero sin una gran prisa por llegar a ninguna parte, como esos perros sin collar que perdieron la oportunidad de ladrar alegrías y vagan silenciosos por veredas de fantasmas... pies que, como enredaderas, se abrazan a los balcones de mi infancia, y a los surcos de la tierra que tú llevabas pintados en la cara, tatuados en tus brazos de hierro, acurrucados en tus manos vacías...

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Agosto


...es agosto, y domingo; y no hay nadie vivo por las calles, por este desorden abrupto de esquinas y piedras... tu pequeño universo, el vientre del que naciste... da vueltas el metal al son de una campana, pobre sirena ignorada... siempre vuelves en agosto, y abres la casa, y la oreas, y miras los portarretratos, las fotos de los que ya se han ido... tú aún eres marinero en tierra, y paseas tus pies descalzos por el pavé, y miras al cielo con el corazón a veces fresco, a veces cansado... no hay nadie vivo por las calles, pero por ellas suben y bajan ante tus ojos recuerdos indecibles, y sabes que el bar La Plaça está abierto, y el Ramonet quema los rebentats como nadie... ¿qué mas quieres en un domingo de agosto?...


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O, como olvido





...tú creciste en estas calles tristes, pegando la nariz a los cristales de las confiterías y las tahonas, mirando las ferreterías, los mercados de la verdura, los puestos de pescado en la plaza... pero creciste demasiado, y aprisa, y empezaste a renegar de tus raíces, de tu cuna, de tu barrio, del pueblo entero... apartaste tu cara de los escaparates, y lo sentiste todo prematuramente viejo, prostituido, desangrado... polvorientas las aceras, los veranos sin hojas verdes, los otoños con chaquetas raídas y bolsillos vacíos, los inviernos nevados de cenizas... y la tristeza bailando en mitad de tu replaceta... y cerraste los ojos, y la historia... un viejo tren, aunque renqueante, tuvo la fuerza suficiente para alejarte de aquí, para dejarte, sin identidad, en una esquina de la gran ciudad...

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El último tren






...estoy aquí tan inmóvil, me siento como un enorme muro de metal, tan solo acariciada, removida, capturada y a la vez rescatada por la ola que crece en tus dedos y viene desde ellos a buscar mis temblores... yo no puedo acudir a ti con todos mis sentidos, como antes, como cuando me tocaste y fui mujer... yo no sé, cuando me despierto y te busco en las sombras, si empieza el mundo o si muere el tiempo... ven, acude, ámame hasta el dolor, bésame hasta morirme... y luego vete, sube al último tren...


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Agosto






...se va acercando agosto y volverás al pueblo un verano más, y empezarás a ver cómo las calles se irán engalanando desde primeros de mes; la vuestra también, y para el día del patrono estarán de dulce... pero este año, Rosica, este año... vuestra calle ya solamente es tu calle, ay... tendrás que cubrir tu soledad con lianas indomables para que tu pena venga y vaya por entre la selva del dolor y del vacío, disimulando por entre las estatuas rotas... resbalarán por tus ojos húmedos los pasacalles, los alumbrantes, el nuevo cura, los vaporosos vestidos de tus nietas, la Fini y la Lorena, tan bonicas, tan llenas de toda la vida por delante... cómo explicarles a estas criaturas que algún día, al doblar la esquina, te mirará fijamente, como piedra, un rayo inmóvil capaz de destruir el mar, de convertirlo en un fugaz castillo de espumas artificiales...



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Nudo







...deja que me ate a ti, dijo ella, y para siempre... tantas galernas del Norte me han ido dejando cada vez más Poniente, amigo... dijo... permíteme hacerme un nudo a tu vida de tierra firme, sin doble fondo... quiero que cese ya mi caminar errante... he conocido jóvenes veloces, dunas, selvas y muchas calles con guiños de neón; he comido sardinas y también caviar, y arena... he sobrevivido a la codicia, a los huracanes y a los cristales rotos... fui rica y luego me mantuvo el hambre, y un hombre que llamó a mi puerta con nudillos de roca y zapatos intrusos... deja que me ate a ti, dijo otra vez... he ido de rumbo en rumbo con fiebre, con prisas, nadando todos los mares rojos y muertos; me acosté sobre espinas y rodé sobre cantos de sirenas macho... no sé por qué te cuento estas cosas, por qué me quemo y te lanzo el humo de todas mis hogueras... deja que me ate a ti, poder reírme contigo del esqueleto del otoño... me dijo...



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Ximet









...veintiséis de julio, Ximet, y otro año más sin verte, van tantos... la última vez tú ya estabas cansado de esa ceniza que cae sobre los cañales en otoño, y que se acumula en nuestros hombros y un día acaba destiñendo los corazones, y otros músculos... cansado del agua dura, de la tierra firme misteriosa, de las anguilas y de la espadaña... yo quería cansarme contigo, pero aun no tenía tus años encima, pesados como esas moscas de agosto... aún no; pero hoy me canso de recuerdos, del olor virgen de aquellas flores desnudas, de la tierra abierta y fresca, de los arroces de la tía Encarna y el tinto fresco del Tomás, de descubrir auroras y poner nombre a las caricias... de todo lo que nos envejece, Ximet...





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A la vora...





...en la orilla dormitaba el viejo velero del tío Batiste, soñaba su mástil desnudo con latitudes pródigas, largas cadenas de peces plateados, fosforescentes... soñaba que la aurora un día besaría sus velas en altamar, empapándolas de labios, de aves y enjambres interminables... de alas sobre la espuma...


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Alas de libélula







...vivías allí porque te gustaba cómo se enredaban los meses entre los zarzales y entre los troncos de la arboleda; enero era de pronto septiembre, y poco después marzo con hechuras de agosto... nadie podía podar el tiempo, que había perdido sus albarcas por allí, y sólo la lluvia podía borrar nombres, sustituirlos y ordenarlos a su antojo: marzo, noviembre, abril... un año podría durar perfectamente un siglo y medio; o una semana, chi lo sa ... me decías que preferías las raíces a las flores, y el rumor del arroyo al tañido encorsetado de las campanas, y ese vértigo de dormirte y no saber cómo te llamarás al despertar, si Diego, si Alejandro, Benjamín, Elvira incluso... vivías allí, cierto, pero cuando yo fui a buscarte no te encontré; me topé con insólitas huellas: inútiles joyas del bosque, trozos de algodón de tormenta, alas de libélula, cáscaras de escarabajos y huesos de petirrojo todavía en actitud de vuelo... tú no estabas, y lunes era lunes, agosto era agosto, y otoño, por desgracia, era únicamente otoño sin ti...



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Neblina





...me hablabas de este sitio, de las horas crepusculares justas para admirarlo, cuando el lugar es más bello... cuando aurora o atardecer son rosas que desfallecen dulcemente, pálidas naves que se entrecruzan enredándose entre las nubes... pero me pregunto qué hago yo aquí hoy, qué vengo a hacer... tú no estás, es otoño y el color se ha envuelto en neblina y un humo lento devora cielo... y la alegría...



Madrugada





...la verdad es que te amo así, perfumada de salitre, espumas y azahares marinos... con esa sonrisa tuya anaranjada, y, lo confieso, me gusta rozar tu piel cuando estás dormida; convertir la sal de mis dedos en olas traviesas y acercarme a la playa de tu piel, "y desamordazarte, y regresarte"... me gustas tanto de madrugada...


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La palidez de la luna






...cuando la tarde rota ya se encoge, se arruga y, como papel muerto vagabundea por los callejones y por la plaza desdentada y polvorienta, donde orinan los perros bajo un anémico eucalipto... la mujer abre la puerta para que los últimos rayos de sol laven sus mejillas con agua de azahar y peinen de luz sus cabellos; para que le hablen mientras las raíces de las sombras empiezan ya a removerse en el subsuelo tísico, añorando la palidez de la luna...


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Pasaré a pensar en la miel del amor






...sentado en el muelle de la bahía bebo cerveza negra y mastico ausencias, por masticar algo... serenamente, mente serena... paso lista a quienes golpearon a mi puerta con falsos nudillos, traspasaron el vestíbulo y se llevaron algo mío... a quienes abrieron mis cajones, vaciaron mi despensa y mis botellas de vino, colmaron platos, destaparon mi diario y pasearon sin emoción alguna por entre mi caligrafía temblorosa, sin quemarse entre las brasas de mis horas incendiadas... bebo cerveza brindando porque hayan desaparecido al fin, porque se hayan desvanecido todos, son exilados de mi mente que jamás regresarán a mi casa, porque no es su patria... otro trago más, y pasaré a pensar en la miel del amor... mejor...


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Marina





...aquella mañana, lo recuerdo perfectamente, vi una niña garabateando misterios en la arena ... era una mañana toda vestidita de azul, con su camisita y su canesú, ya me entienden... la niña hablaba sola, mejor dicho, lo hacía con los trazos y arabescos que emergían de la arena como diminutos cangrejos juguetones... yo había apartado la vista del libro que estaba a punto de engullir del todo y contemplaba la escena atentamente, como si se tratara de una marina firmada por un pintor de fuste... me pregunté, a saber por qué, adónde irán los días cuando se transforman en noches y acaban desplomándose de los almanaques, de los dietarios, de los relojes de los campanarios, de este mundo redondo... de aquel día, por ejemplo, ¿qué fue?... andará ahora hacinado entre semanas, meses, años gastados, digo yo... al rato, una yaya fondona, con un pareo de juzgado de guardia, entró de pronto en escena y ordenó a la pequeña que dejara ya de hacer tanto pintarrajo y se lavara las manos en la orillica, que ya va siendo hora de comer, Noelia... luego se la llevó de la mano... justo entonces se me desplomó a mí el día...


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Algún día









...pero algún día conocerás el mar, te acercarás a su orilla y tus pies desnudos se vestirán de arena; cerrarás los ojos y tus párpados dejarán caer las hojas de tus antiguos sueños, y la brisa se acercará a tus labios y besará tu sonrisa y tu silencio...



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Signos extraños




...algunas tardes de otoño te acercas al mar con pies temerosos, como quebradizos, y te sientas sola en la orilla y miras al frente, al horizonte, sin cambiar de ola, de gaviota, de nube, de silencio... el mar te siente sirena y acude a ti, a veces mansamente, otras con embestidas de toro espoleado por las agujas de los erizos y la rabia... alguna vez te he visto trazar signos extraños en la arena, luego cierras los ojos y tu soledad se llena de sal y llamas... nombres de antiguos amantes, pienso...yo te observo y observo, como un Ulises voyeur, hasta que por fin te levantas y te aseguras que el agua ha borrado tu caligrafía, y regresas con tus frágiles pies de ave marina desnuda en la brisa...


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Espérame



...se entiende perfectamente lo que solloza el acordeón... no sabes qué duro es este tiempo, chiquitina, pero algún día mudará y entonces tú y yo vamos a vivirlo con ganas... espérame... seremos de nuevo aquella pareja feliz, después de haber sufrido, subido, saltado, caído... espérame... soy un vagabundo que recala en lugares inhóspitos, que mora en nidos ásperos y que huye siempre anhelando un rumbo pródigo... pero espérame... espérame con tu cesta de mimbre, tus manos laboriosas, tu sonrisa, con tus zapatos nuevos y tus claveles en la mejilla... por largo que sea este tiempo, tú espérame... eso solloza...


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Está el aire espeso






...y te preguntas a qué has venido aquí, a esta ciudad que ya no es la tuya... han sido tantos años... y te dices: uno de los dos está muerto, o la ciudad o yo... ¿por dónde anduve, quién fui?... está el aire espeso, y sigue habiendo cuervos en las ramas del viejo parque, y escupitajos en las aceras, pero... pero no entiendes sino las cenizas, y los arañazos en tus recuerdos... nadie me mira, te dices, y si acaso alguien lo hace no reconoce mi cara resurrecta... en este bar bebí carajillos y acaricié los muslos de Lorena tantas veces... aquí había una pensión, en ella dormí sobre una cama crujiente, y escribí desdichas sentado en la mesita junto al ventanuco que daba a la estrecha calle; ahora paso y no está la puerta, y la lluvia ha trabajado mucho, tiene lepra avanzada la fachada mugrienta... y te dices, sí... yo soy un pájaro sobreviviente entre tanto olvido... ¿pero a qué he venido, exactamente?...



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La piel de las nectarinas







...pero sal a la calle y mírala, léela; la misma ciudad tuya de ayer es hoy distinta. Mira bien... en un sólo día crecen cosas, y mueren otras; cambia la piel de las nectarinas en la frutería; la muchacha que te gusta lleva hoy un vestido rojo, ayer blusa crema y tejanos ceñidos; ya no están en el escaparate de Scherzo los zapatos de piel que te gustaban, algo carillos, la verdad; mira el cielo, nuevas nubes esta mañana, borreguillos gris plata... todo nace, crece, cambia se consume y se renueva... la piel, las uñas, los temores, los besos, la sangre... la mirada...

Sal a comprar y vender luz por las aceras, anda...


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Nieves y llamas





...y era como si te buscara desesperadamente, loco por que te le aparecieras desnuda, bella, entre hielos, nieves y llamas; como si bajo el lecho del río se encendiera tu vuelo de paloma perdida, tu pecho de ceniza, que antes había sido cilicio de fuego... así te buscaba, sí...

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Es oscura la madre tierra





...y, aunque con otras palabras, me confesó que ya había vivido demasiado, que había sido interminable su corazón y que ya no quería nada —que a esas alturas ya era más bien quererlo todo—... "...me olvidarán, no quedarán huellas mías en la acera, ni en los escalones que me dejan en la mismica puerta de la iglesia..." ... y me dijo que ya estaba acostumbrada al silencio, que era así como acostumbrarse a olvidar la palabra; al silencio y a la noche... "es oscura la madre tierra, sabe usté"...

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Uvas pasajeras






...con qué prisa camina el reloj, me decías; con qué hambre devora y devora los años, se come los días como si fuesen pequeños racimos de uvas dulces, pasajeras... nadie puede, me decías, detener el agua que escapa, derramada; nadie puede someterla, y huye sin cadenas entre los seres, bajo un sol mero testigo... ¿ves estos campos, estos montes, la ermita...? , decías; pues se quedarán vacíos, y también esas casas, y las madrigueras... y la ciudad que dormita al otro lado de la sierra, también hueca, "Juaquinico"... Y sin orgullo.


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Cuando eras niña








...y me hablaba de vosotros a menudo el abuelo, sobre todo de ti, de cuando eras niña y, en la mañana, bajo el fino y limpio aire volvías, subías a la casa de Los Vives con tu cesta, entre el latir despacioso de la gente que hocicaba en la tierra, con el rumor menudo y bailarín de tus pies de mocica... con tu cesta cargada de milagros, con su leche, el queso, el aceite, las patatas... y la palmerica pa la abuela Engrasia... y los pedazos crueles de la carne, el aroma del pan noble... aquella lucha para que no os comiera el hambre...





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Tus ojos





...pero hasta que no me prestaste tus ojos aquella tarde yo no entendí tus perennes sonrisas; con ellos, con tus ojos prestados, lo pude ver todo tan claro: abejas peinándose la miel, trazos en las uñas del algarrobo, hojas con alas volviendo a la tierra, fuegos acariciando la nieve distante, el alba henchida y redonda como una sandía, el lago en cuyo abismo bucean los astros que deja la noche cuando sale sola a erizar los campos, el trigo limpio pidiendo permiso para nacer, crecer y multiplicarse... y desde entonces sólo anhelo tu mirada; no quiero soñar ya nada sin tus ojos...





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Soledad mía




...como eco de su antigua persona, reencontrándose ya sin aquellos bríos con el sol dios, con la noche ajazminada y rumorosa, con la intimidad de una lluvia repentina, con el alentar pagano de los jardines, con el mar, hermoso como su nombre... y me parece oírle susurrar apagadamente "y te encuentro a ti dándome fuerza y a la vez debilidad, como dan al ave cansada los brazos musculosos de la piedra"... y te encuentro a ti, sí, soledad mía...

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Polvo gris errante




...como eco de su antigua persona, reencontrándose ya sin aquellos bríos con el sol dios, con la noche ajazminada y rumorosa, con la intimidad de una lluvia repentina, con el alentar pagano de los jardines, con el mar, hermoso como su nombre... y me parece oírle susurrar apagadamente "y te encuentro a ti dándome fuerza y a la vez debilidad, como dan al ave cansada los brazos musculosos de la piedra"... y te encuentro a ti, sí, soledad mía...

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